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La devoción a Chávez, un arma de manipulación política

Venezuela es un país donde habitualmente se establecen vínculos con los muertos. En zonas rurales y urbanas las personas acostumbran a dejar vasos de agua o café a familiares difuntos; colocar una fotografía en altares domésticos junto a santos católicos o deidades de la santería y el espiritismo. 





De esta forma y como lo han expuesto diversas investigaciones socio-antropológicas, se va estructurando una relación que va mucho más allá del recuerdo y que moldea la vida cotidiana e involucra a los denominados muertos poderosos, entre ellos prominentes médicos, deportistas, artistas y hasta presidentes.

En este contexto, el periodista y antropólogo venezolano Luis Alonso Hernández, abordó durante años el fenómeno de la devoción al fallecido comandante Hugo Chávez, registrada en barriadas caraqueñas. En su tesis doctoral aprobada con la máxima calificación en la Universidad Nacional de San Martín en Argentina, reveló que, aunque esta especie de culto que cuenta con oraciones propias, santuario y altares domésticos nació de los sectores populares, la devoción ha sido capturada desde el Estado para beneficio político, en especial, en tiempos electorales.


¿Cómo y cuándo inició la devoción a Chávez?

Chávez fue sacralizado en vida tras la intentona golpista del 4 de febrero de 1992, fecha emblemática para la liturgia revolucionaria. A horas de la asonada militar, en las barriadas de Caracas ya circulaba el Chávez Nuestro, adaptación del Padre Nuestro católico en el que se pedía al teniente coronel venganza contra los políticos tradicionales que habían saqueado al país. Tras las rejas, Chávez era visitado por cientos de personas, pedían su firma en servilletas y hasta le prendían velas. Chávez, consciente de lo que ocurría fuera de la cárcel, profundizó en sus mensajes las citas bíblicas, aprovechando el imaginario mágico religioso del venezolano que es ante todo creyente. Eran comunes las referencias a la lucha entre el bien y el mal: el primero representado por él, acompañado de Jesucristo y los desposeídos; el segundo, por el demonio y la oligarquía local.

Cuando llegó a la Presidencia siguió usando un discurso marcado por lo religioso. Hizo hincapié en que el socialismo hace bien, el capitalismo devora. Sus programas sociales son llamados Misiones, es decir, mantiene el discurso religioso. Cuando muere o cambia de paisaje, usando palabras de sus seguidores, es elevado a los altares populares, se le construye una capilla en el 23 de enero, ubicada a unos doscientos metros del cuartel de la montaña, lugar donde reposan sus restos. De esta forma se estableció un circuito casi obligatorio para los devotos, quienes acuden al santuario a pedir favores, pagar promesas y conectarse con Chávez, quien se convirtió en una figura polisémica al que llaman de distintas maneras: el santo presidente, el muerto poderoso y un ser vergatario.


¿Quién construyó la capilla?

Fue construida por los propios vecinos del 23 de enero, pero con apoyo del Colectivo La Piedrita. Esta capilla es el epicentro de la devoción a Chávez. La gente lleva obsequios y acude a rezar en retribución por algún favor concedido. En Venezuela es común este tipo de vínculo. La gente pide protección y favores, a cambio de mantener su presencia en el mundo de los vivos. Mientras el muerto cumple, adquiere trayectoria y poder. En el caso de Chávez, los devotos le adjudican milagros, le dejan cartas solicitando casa, trabajo y salud. La capilla se convirtió en la oficina presidencial. Para ellos Maduro es un simple intermediario, el presidente sigue siendo Chávez desde otro plano.


El culto a María Lionza y la posibilidad de llevar a su extenso panteón seres considerados excepcionales por la gente, abre un abanico de alternativas para que venezolanos de diferentes estratos sociales, establezcan modos de adhesión -dentro de esta expresión religiosa y fuera de ella- con personajes históricos, médicos inminentes, indígenas, esclavos que datan del pasado colonial, jóvenes bandoleros y políticos contemporáneos como el comandante Hugo Chávez, cuyo proceso de sacralización describí histórica y etnográficamente en mi tesis doctoral. A esto sumamos que dentro de la narrativa espiritista venezolana se habló a principios de 1990 de la llegada de un segundo Simón Bolívar que vendría a reivindicar a la población más vulnerable que no recibió las bondades del crecimiento económico que vivió Venezuela entre 1930 y 1970.

Dentro de la vigencia de este imaginario, Chávez intentó derrocar a Carlos Andrés Pérez. Se convirtió para muchos en ese enviado que representaba la ruptura con el pasado y el renacimiento de la nación bajo un nuevo liderazgo. Chávez se convirtió en la reencarnación del Libertador para sectores del catolicismo popular, evangélicos pentecostales y practicantes marialionceros. Muchos electores estuvieron y están convencidos que Chávez es suprahumano y sigue operando en el mundo de los vivos. No en vano, Nicolás Maduro aprovechó la historia del pajarito que le hablaba al oído y afirmó que sube eventualmente al Cuartel de la Montaña a conversar con Chávez. Y esto no termina acá. Chávez es invocado por médiums de María Lionza a pesar de no contar con los años suficientes para ese fin. La justificación estaría en que, al igual que Simón Bolívar, es un espíritu de mucha luz.

Este reconocimiento se convierte en una forma de agradecer por las reivindicaciones que la revolución chavista hizo a la religión de María Lionza, llevando al Panteón Nacional a dos de sus figuras más emblemáticas: el cacique Guaicaipuro y el Negro Primero, e imprimiendo sus rostros en billetes nacionales. A estas acciones le sumamos las conclusiones formuladas tras la exhumación de los restos de Bolívar, investigación que produjo un nuevo rostro para el Libertador con visibles rasgos mulatos, tal como lo han señalado durante años los practicantes del espiritismo marialioncero.


¿Es decir que esta devoción popular es aprovechada por el gobierno para manipular políticamente?

Totalmente. Comprendemos que la gente vive sus propios regímenes particulares de la realidad, en donde la porosidad entre prácticas políticas y religiosas están muy imbricadas. Sin embargo, en el contexto venezolano observamos lo que autores como Deleuze y Guattari llaman las capturas de las cajas de resonancia. Es decir, el Estado captura fuerzas externas para construir su propio poder, apropiándose de lo que está afuera de su órbita para relacionarse con un afuera lleno de potencialidades dispersas en la vida social –dioses, santos, deseos- y hacerlo resonar para su beneficio. Es así como vemos a funcionarios de gobierno rezando a Chávez; se usan frases que nacieron de las propias bases, entre ellas el comandante eterno y supremo para referirse al comandante; escuchamos el himno nacional cantado por Chávez en estaciones de radio y, en tiempos electorales se exprime la imagen del fallecido presidente.

Pareciera que el Estado incursiona en la producción de lo sagrado. No sin razón, la mayoría de las dependencias públicas aún exhibe la imagen de Chávez y a principios de 2017, desde el Ministerio de Comunicación e Información se desarrolló una campaña denominada “Aquí no se habla mal de Chávez”, para contrarrestar las protestas opositoras en la que algunos lemas cuestionan severamente al expresidente. A esto le sumamos que, para las últimas campañas electorales uno de los símbolos fueron los ojos de Chávez, dando a entender que el comandante llevado a los altares populares observaba cuidadosamente por quién se votaría en los comicios. Chávez es un vigilante que premiaría a quien respalde la revolución y castigaría a quienes se opongan a su proyecto.


¿Por qué manipular si desde el discurso oficial son mayoría?

De acuerdo con la lógica expuesta por Deleuze y Guattari, el Estado se ve en la necesidad de “capturar” elementos asociados a la sacralización de Hugo Chávez, porque como ocurre con las cajas de resonancia, el Estado está vacío en su interior. No tiene nada que ofrecer. Entonces podemos afirmar que el apoyo indirecto desde el propio Ejecutivo Nacional a la devoción a Chávez se originó en momentos en que las encuestas mostraban una baja considerable en lo que al respaldo popular se refiere, razón por la cual, esta captura pudiera refrescar el cascarón vacío que representa el Estado, instancia que algunas veces usa para su propio provecho la historia de los espíritus de los muertos como símbolo de una nación y del Estado. Por esta razón planteamos que no sabemos bien qué tienen los muertos que, en este aspecto, resultan tan poderosos en contextos cosmopolíticos como el venezolano.


¿Se evidencia en su trabajo fuertes conexiones entre lo político y lo sagrado?

Analizamos un fuerte isomorfismo entre las formas en que la gente vive la religiosidad y sus compromisos políticos. En un sentido muy general, podemos sugerir en sintonía con algunos trabajos que han estudiado la relación entre devoción popular y coyuntura política, que la devoción a Chávez es potenciada o enmarcada en situaciones de polarización social y cultural. El caso de Hugo Chávez crece y se potencia en una lógica semejante. Sin embargo, si en estos otros ejemplos es más implícita o velada, en este caso la relación es directa y se pliegan adhesiones religiosas a la figura sacralizada con el activismo político. La fe en Chávez hace militar a mucha gente en los sectores populares, a diferencia de lo que la oposición venezolana cree. Por el contrario, desde el gobierno y el PSUV están muy conscientes de estos vínculos con el Chávez suprahumano y lo han sabido aprovechar.


¿Esta devoción es sustentable en el tiempo?

Como investigador estoy consciente de los cambios que pudiesen registrarse dentro de esta expresión de religiosidad en un contexto tan particular como el venezolano, lo que me lleva a pensar que indudablemente estas conexiones que establecen devotos con el comandante Chávez, se verán afectadas por los próximos acontecimientos que generen las decisiones que se tomen sobre el futuro político de Venezuela, en el que seguramente los muertos y los humanos seguirán estableciendo relaciones cotidianas.

Fuente: el-carabobeno.com

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