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Messi: El pibe de barrio que es dueño de 8 balones de oro

Era improbable. Nadie pensaba que alguna vez habría alguien que superara el récord de los 3 que ganaron Michelle Platini y Johan Cruyff.




Es cierto que lo consiguieron en otra época, una en la que el fútbol era jugado por hombres rudimentarios como Pelé y Diego Maradona, que eran tipos que dejaban la piel en la cancha, que procuraban no irse al suelo, a los que lo único que les importaba era tener el balón en los pies, hacer gol, conseguir títulos.

Después todo cambió: aparecieron los futbolistas espectáculo con sus cortes de cabello perfectos, los vellos de los brazos y las piernas depilados, hombres que se volvieron estrellas de la cultura pop, líquidos, blandos. Muchos cedieron a la tentación de la trampa, del engaño, convirtieron en mantra hacerle apología a la ley del avispado, del vivo.

Entonces empezaron a tirarse cuando entraban al área para que el juez pitara penalti. Ya no dejaban la piel en la cancha. Pero apareció un chico de un barrio popular de Rosario, Argentina. Era un niño cualquiera: flaco, medio rubio, blanco, con un problema en la hormona de crecimiento y que encima pertenecía a una familia obrera con 4 hijos.


De Argentina a dominar Europa

Nada indicaba que tuviera un talento extraordinario. En la calle era nadie, uno más. Pero cuando entraba a la cancha y tenía el balón en los pies se transformaba. Empezaba a gambetear y parecía tocado por Dios: corría a una velocidad vertiginosa, se movía con una agilidad sorprendente, dejaba a quien lo miraba con la boca abierta, incrédula.

Se sobrepuso a la adversidad. El hado que tenía no lo abandonó. Ni siquiera cuando su papá se quedó sin trabajo, no había plata para pagar el tratamiento para crecer, le cerraron las puertas en un equipo de Buenos Aires, ni en ese momento el destino se desvió.

Fue en ese tiempo sombrío cuando aparecieron unos españoles. Se lo llevaron a Barcelona. Le hicieron firmar su primer contrato en una servilleta. Lo impregnaron de disciplina. Pulieron el diamante en bruto. Terminaron de formar a un jugador rudimentario, pero contemporáneo, distinto.

Debutó en el fútbol profesional. Ganó una Liga española, después la Champions, vino un Mundial de clubes, y así pasó una y otra vez. Llegó el matrimonio con la novia del barrio, los hijos, una Copa América, el anhelado título del Mundial, los balones de oro, uno tras otro hasta imponer un récord que ahora sí parece imposible de alcanzar: a sus 36 años Lionel Messi ha sido 8 veces mejor del mundo.


Fuente: elcolombiano.com

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