Un encuentro que le canta al alma: desde Miami hasta Valledupar, un sueño hecho realidad Por César Quivera
Hay momentos que no se narran: se sienten en la piel, se guardan en el alma y se comparten con el corazón desbordado de gratitud.
Hoy, como hijo de Machiques y amante eterno de nuestro querido vallenato, quiero contarles uno de esos instantes que la vida, en su infinita ternura, me regaló: el encuentro frente a frente con la madre que inspiró una de las canciones más entrañables de nuestra historia musical, “Los Caminos de la Vida”: la Vieja Hilda.
Durante años soñé con este momento. Y fue en un viaje reciente a Valledupar, como mandado por Dios y por los ángeles, que ese sueño se volvió realidad.
Estar junto a ella fue tocar el corazón mismo de esa canción que tanto nos ha acompañado en las alegrías y las tristezas, en los reencuentros y en las despedidas.
Fue abrazar a la mujer que dio vida a esas palabras que Omar Geles —nuestro eterno juglar— cantó con el alma herida de amor y de ternura.
Desde que escuché por primera vez “Los Caminos de la Vida”, supe que hablaba también de mi propia madre, Felida Albertina, de esa luz inextinguible que nos sostiene aun en los momentos más oscuros.
Hoy, la vida, en su sabiduría infinita, me permitió no solo conocer a la Vieja Hilda, sino mirarla a los ojos, agradecerle en silencio y sentir que Machiques entero —nuestros ríos, nuestros amaneceres, nuestra gente noble— se abrazaba conmigo en ese instante.
A esa madre, que sin saberlo creyó en todos nosotros a través de su amor, le debo este recuerdo que guardaré como un tesoro en el alma.
Porque hay encuentros que trascienden la razón, hay emociones que nacen para quedarse, y hay caminos que, como dice la canción, no terminan jamás.
Mi madre Felida Albertina, junto a Omar Geles desde el cielo, guiaron mis pasos para llegar hasta este abrazo.
Gracias a Dios, gracias a la Vieja Hilda, y hoy rindo tributo eterno a mi madre Felida Albertina y a mi querido Machiques, la tierra donde nací y donde aprendí que los caminos de la vida son, y siempre serán, caminos de amor, gratitud y memoria eterna.
Redacción e imágenes: Lcdo. César Quivera
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